José Hilario López
La vida en nuestro planeta se encuentra seriamente amenazada por lo que comúnmente se ha dado en llamar Crisis Climática, que prefiero llamar Impacto Global sobre los Ecosistemas, concomitante con una crisis de valores generada por el Neoliberalismo. A esto se suman guerras por doquier, pandemias y desastres climáticos, cada vez mas frecuentes y catastróficos, que han creado pánico y desconcierto, sin que todavía se vislumbre una salida.
Estamos al borde de un desastre climático irreversible. Así advierte un grupo de investigadores vinculado a la Universidad de Oxford en un reciente artículo publicado en la revista Ofxord Academic, titulado: The 2024 state of the climate report: Perilous times on planet Earth (Informe sobre el estado del clima, 2024: Tiempos peligrosos en el planeta Tierra). “El aumento de los desastres climáticos anuales muestra que nos encontramos en una crisis de grandes dimensiones y que, si no actuamos ya, podría empeorar. Nuestras acciones son decisivas para el sistema climático estable, que nos ha sostenido durante miles de años. Estamos al borde de un desastre climático irreversible. El futuro de la humanidad depende de nuestra creatividad, nuestra fibra moral y nuestra perseverancia” (traducción libre del primer párrafo del referido artículo).
Al mismo tiempo, acaba de aparecer en España una traducción del nuevo libro del famoso filósofo surcoreano nacionalizado alemán, Byung-Chul Han, titulado El Espíritu de la Esperanza. Este inspirador libro renueva nuestra esperanza en que no todo está echado a perder, “visualiza la posibilidad de pensar en una sociedad no dominada por el miedo como instrumento de dominación, por la angustia y el pánico, emociones tan instaladas en las sociedades occidentales”.
Ni el pesimismo ni el optimismo son actitudes deseables, porque ninguno de las dos es realista. En un estado de ánimo pesimista u optimista no nos interesa la realidad. “No me confundas con hechos; soy pesimista u optimista”, decimos. La actitud que verdaderamente enfrenta la realidad es la que en lenguaje religioso se llama La Esperanza.
El miedo paraliza y lleva a la depresión. La esperanza precede a la acción, la motiva y, a su vez, crea comunidad de esfuerzos y propósitos. La verdad, para Hen, está en el futuro. La esperanza genera sentido y ubicación en el presente, nunca fuera de él. El optimismo nos lanza fuera del presente, divide la realidad en más acá y más allá, vuelve al ser humano bipolar.
La esperanza se sitúa muy lejos tanto del pesimismo como del optimismo. Tener esperanza es enfrentar la realidad tal como es, la realidad es siempre sorprendente. Si algo no es sorprendente, no es real. La esperanza consiste en estar abierto a esa sorpresa. En su verdadero sentido religioso, la esperanza no es la convicción de que todo va a resultar bien; eso es optimismo. La esperanza, por el contrario, florece aún en medio de la desesperanza. Por lo tanto, lo opuesto a la esperanza no es la desesperanza, sino la desesperación. La esperanza es capaz de crecer en medio del desaliento, pues se niega a caer en la desesperación. Aún en situaciones que parecen sin salida, siempre hay lugar para la sorpresa, y la esperanza es quien nos dice abrámonos a la sorpresa. “Nos sorprendemos a nosotros mismos cuando estamos a la altura de las expectativas de alguien que nos mira con ojos de esperanza, y así crea para nosotros el espacio en el que podemos crecer”.
No se habla de la sorpresa de un final feliz, al estilo de Hollywood, anticipa Hen. Eso es mero optimismo, algo que una y otra vez muestra ser poco realista. Pero permanecer abierto a la sorpresa aun cuando todo sale peor de lo que imaginábamos, eso es tener esperanza. La desesperación le pone un plazo a la realidad, mientras que la esperanza sabe que no existen plazos. Es por eso por lo que la esperanza florece en medio de la desesperanza.
Hoy hemos degradado la esperanza convirtiéndola en optimismo, y es por eso por lo que, como contrapartida, hay quienes se regodean en el pesimismo y la desesperación. “La desesperación impide que la realidad nos sorprenda, mientras que la esperanza espera que la realidad se sorprenda a sí misma”.
Al tener esperanza creamos una realidad esperanzadora. Nuestra apertura a la sorpresa le presenta un desafío a la realidad. Es como una madre que mira a su hijo y le dice “sorpréndeme”, y el niño la sorprende. Al hacerlo, los niños se sorprenden a sí mismos en el proceso. Nos sorprendemos a nosotros mismos cuando estamos a la altura de las expectativas de alguien que nos mira con ojos de esperanza, y así crea para nosotros el espacio en el que podamos crecer. Esta actitud maternal es la que debemos tener hacia quienes se ven envueltos en el pesimismo, la oscuridad o la desesperación, en lugar de darlos por perdidos o contradecirlos. En realidad, lo que ellos están esperando es que se los contradiga. Por eso, si los miramos con ojos que dicen “sorpréndeme”, ellos nos sorprenderán.
La esperanza es, apenas, el “todavía no”, pero contiene, según el filósofo Hen, una dimensión amorosa y esta se manifiesta desde la primera página de su atrás referenciado libro, donde con dos citas nos convoca a abrir nuestra mirada a nuevos futuros; la primero del poeta Paul Celan:
“Mientras aún le quede luz
a la estrella
nada estará perdido
Nada”
La segunda es del filósofo Gabriel Marcel: “La esperanza es un afán y un salto”.
Y cierro con la siguiente cita, tomada de Efesios 1:18-21 Biblia Dios Habla Hoy-DHH94I: “Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan cuál es la esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo, y cuán grande y sin límites es su poder, el cual actúa en nosotros los creyentes”.
Amagá, 11 de octubre de 2024.