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La conservación y regeneración de los ecosistemas, un propósito nacional (1)

Por: José Hilario López Agudelo


La conservación de los ecosistemas, así como la regeneración y restauración de la biota deterioradas por la acción antrópica, es un compromiso mandatario, no sólo para los estados nacionales y organismos multilaterales, sino que debe llegar a ser un compromiso ético incorporado a nuestro accionar individual y colectivo.

El compromiso de las naciones es definitivo para alcanzar el gran propósito de detener el deterioro de los ecosistemas, generado por el Impacto Global, concepto éste que va más allá que el reducido y manido término “cambio climático”.  

El ejemplo dado por la Unión Europea con su reciente ley, conducente a restaurar los ecosistemas terrestres y marinos en su territorio (bosques, pastizales, humedales, ríos, lagos y mares), con metas del 30% para el año 2030, del 60% para el 2040 y del 90% para el 2050, debería ser seguido por las autoridades ambientales de nuestro país. La reducción de la deforestación de nuestros bosques resulta insuficiente, sino va acompañada de la recuperación de las zonas afectadas por las malas prácticas en el uso del suelo, y de la adopción de buenas prácticas en el manejo de los materiales de desecho, que van a los rellenos sanitarios y basureros.

Una gran parte del proceso de regeneración de los ecosistemas, en especial aquellos presentes en cuerpos de agua superficiales y en los océanos, depende de una bien estructurada y probada legislación, que obligue y reglamente acciones en pro de la eliminación gradual de los plásticos de un solo uso, el gran componente de la totalidad de los materiales responsables del 85% de los desechos marinos.

Claramente inspirada en la legislación europea, el Ministerio de Ambiente de Colombia acaba de reglamentar la Ley 2232 de 2023, según la cual, a partir de 7 de julio de 2024, con meta 2030, se deben elimine 20 variedades de plásticos de un solo uso.

Bienvenido este gran avance legislativo en la lucha contra la degradación de los ecosistemas, cuando cada colombiano consume anualmente el equivalente a 24 kilogramos de plásticos, el 93% de los cuales son materiales de un solo uso, que no se reciclan. El éxito en la implementación de la citada ley depende de la asimilación, a todos los niveles sociales, de prácticas enmarcadas dentro de la bien llamada cultura de la Economía Circular, tales como:

 

  • Desestimular y progresivamente desmontar la producción de plásticos contaminantes, en especial aquellos de un solo uso, utilizados primordialmente para empacar y embalar productos, alimentos incluidos de consumo masivo 
  • Promover y estimular la conversión del sistema productivo de plásticos, hacia la fabricación de sustitutos no plásticos o de plásticos reutilizables 
  • Prohibir la importación de plásticos no reutilizables o que no puedan ser reciclados, así como de materiales de naturaleza oxo-degradable, así denominados los plásticos que se fragmentan en diminutas partículas (los denominados micro plásticos),  fácilmente asimilables por la cadena trófica. 
  • Fomentar y estimular el reciclaje y tratamiento de residuos sólidos domésticos, comerciales e industriales, lo que genera oportunidades de desarrollo económico al reintegrar materiales y energías en el sistema productivo del país, sumadas a la reducción  de los impactos sobre los ecosistemas.

La economía circular debe llegar a hacer parte de la cultura popular, generadora de emprendimientos que el economista alemán E. F. Schumacher, hubiera destacado en su famoso libro de la década de 1970, titulado “Small is beautiful; economics as if people mattered” (Lo pequeño es hermoso:  Economía como sí la gente importara)[1]

P:S. En próxima columna me referiré a la contaminación por desechos de materia orgánica en rellenos sanitarios y basureros.


[1] Schumacher, Ernst Friedrich. Small is beautiful; economics as if people mattered. New York: Harper & Row, 1973.

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