Ante la grave polarización política que se ha apoderado de la sociedad colombiana, amenazada por un populismo de izquierda, ahora en el poder, y la implacable oposición de la ultraderecha, así como una desconcertada clase media, surge la esperanza de encontrar una salida conciliadora, basada en la socialdemocracia, que otros también la definen como capitalismo social, o “socialismo participativo y federalismo social”, como lo hace Thomas Pikketty.
La socialdemocracia es una ideología política que busca mayores niveles de igualdad social dentro del marco de una economía capitalista y un sistema político democrático. Para este propósito promueve una economía mixta, un sistema capitalista donde el mercado está intervenido mediante gravámenes impositivos, regulación, protección… con el objetivo de reducir los niveles de desigualdad que genera el capitalismo.
Gracias a un fuerte sistema impositivo, basado en la redistribución del ingreso, en la socialdemocracia el Estado persigue que aquellos que cuentan con mayores niveles de riqueza contribuyan en mayor medida al bienestar común, y así garantizar la prestación de servicios de calidad en todos los órdenes que mejoren los niveles de vida de la población. Y con ello mejorar los niveles de convivencia social, valga decir la paz social. Todo esto pareciera posible lograrlo, pero olvidamos que es necesaria una educación integral para la democracia, que sólo se encuentra en el liberalismo filosófico, que es urgente promover en la base de nuestra cultura política.
El filósofo Michael Walzer, define como liberales a aquellos ciudadanos de mentalidad abierta, tolerantes, alejados de todo dogma, término aplicable a múltiples ideologías. A los liberales se les describe mejor en términos morales que en términos políticos: ciudadanos de mentalidad abierta, generosos, tolerantes, capaces de convivir con la ambigüedad y la diferencia, dispuestos a entablar discusiones en las que no nos creemos obligados a ganar. Cualesquiera que sean nuestra ideología y religión, los demócratas liberales no somos dogmáticos ni fanáticos. Los socialdemócratas deben ser liberales de este tipo. Pero quien mejor definió el ser liberal fue el Maestro Darío Echandía, cuando dijo que “el liberalismo es salud mental”.
Tal como se pregunta Yascha Mounk en un artículo publicadlo el 29 de agosto del 2020 en El País de España ¿Es el liberalismo un ismo como todos los demás ismos?. A lo cual responde: “Creo que lo fue en el pasado. En el siglo XIX y durante unos años en el siglo XX, el liberalismo fue una ideología integral: mercados libres, comercio libre, libertad de expresión, fronteras abiertas, un Estado mínimo, individualismo radical, libertad civil, tolerancia religiosa, derechos de las minorías”. Esta ideología se llama hoy libertarismo, y la mayoría de las personas que se definen como liberales no la aceptan o, al menos, no en todo. En nuestro medio conozco muchos buenos amigos que son liberales, sin saberlo.
En Colombia y en gran parte de Latinoamérica estamos lejos de estar al nivel de países como Francia, Alemania, Canadá, el Reino Unido, Australia, Estados Unidos o los países nórdicos; es decir, países en los que se puede hablar con libertad, disfrutar de un importante grado de autonomía en la forma de vivir la vida privada y cuestionar aquellas decisiones del gobierno que se consideraren desacertadas. Pero hay que rescatar la Esperanza, como valor que le da sentido a la vida, tal como lo predica el filósofo surcoreano Byung-Chul Han, nacionalizado alemán, en su último ensayo, “El espíritu de la esperanza”. O como lo reitera el Papa Francisco en su mensaje a la V Jornada Mundial de los Pobres de noviembre 2021: “No sirve hablar de los problemas, polemizar, escandalizarnos, esto lo saben hacer todos. A nosotros nos toca organizar la esperanza, traducirla en opciones y gestos concretos de atención, justicia, solidaridad y cuidado de la casa común”.
Veamos al caso colombiano.
Muchos nos inclinaríamos a pensar que el caos del actual “Gobierno del Cambio” le está sirviendo en bandeja de oro a la ultraderecha la retoma del poder en el 2026, para lo cual sólo necesitan agudizar las críticas, fundamentadas o como sean, a la gestión del presidente Petro. Sólo esperar que transcurran estos dos escasos años para que termine el fallido experimento de la izquierda populista, para que todo se recomponga, sin siquiera presentarle al país un programa de regeneración, que devuelva la confianza del decepcionado pueblo colombiano, pero sin contar con la astucia política del presidente Petro.
En primer lugar, los reiterados anuncios de cambios, en su mayoría disruptivos, que utiliza el Señor Presidente distrae a la oposición y le impide estructurar una propuesta de restauración atractiva y, por otro lado, la confunde en su capacidad de valoración de los hechos políticos, que en su esencia son motivos de atención. Veamos sólo dos casos.
La actual Fiscal General de la Nación Luz Adriana Camargo, fue integrante de la terna propuesta por el presidente Petro y la muy segura elección de Gregorio Eljach como próximo Procurador General de la Nación, el candidato presentado por el primer mandatario, le aseguran, por lo menos, un justo y desapasionado control político al Gobierno Nacional.
La existencia de 14 billones de pesos guardados en fiduciarias a disposición del Gobierno Nacional, correspondientes a vigencias no ejecutadas en los años 2023 y 2024, sumados a lo que pueda retener el próximo año, que muy seguramente van a ser utilizados durante la próxima campaña electoral en programas populistas en favor de un candidato escogido por el actual presidente. Recuérdese que Chaves en Venezuela perpetúo su Socialismo del Siglo XXI, puro populismo de izquierda, con los recaudos fiscales, provenientes de los altos precios del petróleo en la primera y mediados de la segunda década del presente milenio.
Pero lo mas preocupante es la ausencia de un proyecto político alejado de los extremismos de la izquierda populista y de la ultraderecha. Un proyecto fallido en las pasadas elecciones, pero que todavía la mayoría del pueblo colombina reclama como “El Centro Esperanza”.
Pensar en las posibilidades de la socialdemocracia en nuestro país no es tan ilusorio como podría pensarse, como lo sugieren los siguientes hechos políticos:
En las últimas elecciones presidenciales en segunda vuelta, los votos por el cambio por Gustavo Petro y por Rodolfo Hernández totalizaron casi 21 millones de sufragios, aunque hay que reconocer que gran parte de la votación por este último provino de la derecha que quería atajar a Petro, y que muchos demócratas se abstuvieron o no votaron.
Los votos por el cambio y de los demócratas abstencionista en 2022 es el grueso de la opinión, que anhela una propuesta con reformas económicas y sociales progresistas, que sean viables dentro de los canales democráticos que conforman nuestra institucionalidad.
Amagá, 28 de septiembre de 2024.