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Del buen vivir o de la vida buena

Por: José Hilario López

El Estoicismo tiene como uno de los principios básicos de su filosofía el vivir de acuerdo con las leyes de la Naturaleza, toda una ética de la existencia, lo que significa no el regreso a las formas de vida del hombre primitivo, sino el hacer el buen uso de la razón para el mejoramiento de la vida en comunidad. En estos tiempos de crisis por el cambio climático que amenaza los ecosistemas planetarios (que prefiero llamar impacto global sobre los ecosistemas), agravada con la polarización política que está inficionando la vida nacional y de muchos otros países, quiero retomar un artículo, de mi autoría, publicado durante la pandemia del Coronavirus en el desaparecido Periódico El Mundo, donde me refería  al renacimiento mundial del estoicismo como sistema de vida que nos llama a concentrarnos en lo que realmente vale la pena, en la búsqueda de la vida buena, volver a vivir conforme a las leyes de la Naturaleza.

La filosofía como consuelo del alma, una terapia para afrontar los recurrentes tiempos de crisis que hacen parte de la historia, que proclamaba el estoico Lucio Anneo Séneca. Como sostenía el platonismo, pareciera que por épocas los dioses del Olimpo se olvidaran del mundo y dejaran su conducción a la insensatez humana. Un Putin, un Trump, un Ortega o un Maduro, sumados a los populismos de izquierda y de derecha, de los cuales no escape nuestro país, parecen que confirmarán el mito del gran filósofo griego. En este escenario surge la esperanza en la acción individual y colectiva, el Ecohumanismo la nueva cultura para la convivencia con los valores de la Naturaleza, de la cual somos parte integral. Para superar los extremismos populistas nos queda el recurso de la ahora casi olvidada socialdemocracia, el justo medio que proponía Aristóteles, tema este que dejaré para una próxima columna.

Los grandes avances de las ciencias físicas que se iniciaron con Galileo Galilei, Isaac Newton y Johannes Kepler condujeron a la Revolución Industrial en el Siglo XVIII, conciben la Naturaleza como un recurso infinito en materia y energía, que hay que explotar al máximo, base del sistema capitalista y aún del mismo comunismo. Esto ha llevado a una concepción equivocada del desarrollo basado en el crecimiento económico para acumular riqueza y promover el consumo desbordado, para lo cual hay que producir mercancías con el menor costo, única forma de poder competir en un mercado que requiere atender las demandas de una población creciente, casi de manera exponencial. El sistema desconoce que el planeta tiene límites, que los bienes naturales, renovables y no renovables, se agotan y/o se deterioran con la sobreexplotación y malas prácticas, que nuestra atmósfera, los océanos y los suelos conforman ecosistemas muy frágiles, cuya destrucción conlleva la degradación y desaparición de la misma vida humana.

Toda una civilización basada en la cantidad soportada por los avances de las ciencias físicas, que parece desconocer que la madre de todas las ciencias es la biología, la ciencia de la vida, que un organismo unicelular, una ameba es un sistema mucho más complejo que una galaxia.

El capitalismo y el consumismo desbordado están destruyendo las condiciones requeridas para la preservación de la vida en el planeta. Los ecosistemas han sido llevados a un estado agónico, como lo califica Enrique Dussel, el filósofo, recientemente fallecido, más importante de Latinoamérica, y reconocido en todo el mundo como el pensador que más ha impulsado una ética de la convivencia de la vida comunitaria y con los ecosistemas, un ideólogo del pensamiento propio latinoamericano.

Las culturas originarias, entre ellas las de los mayas, aztecas, incas, aimaras y muiscas desarrollaron sistemas de convivencia en perfecta armonía con su entorno natural, muy cerca del ideal de la vida buena, concentrada en adaptarse a las leyes del Universo y de la convivencia social, que les permitió reproducir y conservar la vida durante siglos, donde la creación era un proceso que se daba en el ahora, tal como lo entendían los mayas y demás culturas aborígenes de Mesoamérica. La vida de la Naturaleza unida a la vida humana de manera armónica, que no ponía en peligro la conservación y reproducción de los hoy llamados ecosistemas. Para los mayas el Sol era la fuente de la vida en la Tierra, la máxima entidad divina, que según su mitología cada vez que su energía se consumía, los demás dioses se reunían para regenerarlo y así hacer renacer la vida. 

La Pachamama (Madre Tierra), la diosa adorada por los indígenas de los Andes meridionales, representa a la Naturaleza en toda su integralidad, incluyendo al hombre. Es una deidad inmediata y cotidiana, que actúa por presencia, con la cual se dialoga, ya sea pidiéndosele sustento o disculpándose por alguna falta cometida en su contra, y agradeciéndole por todo lo que nos provee. Es una deidad protectora y proveedora que posibilita la vida y favorece la fecundidad y la fertilidad. Si se le ofende o no se la nutre con ofrendas, la Pachamama provoca catástrofes naturales y enfermedades. La sabiduría de estos pueblos originarios anticipó el Cambio Climático (mejor llamado Cambio Global), lo que en un principio James Lovelocke atribuyó a una venganza de Gaia.

Con el Capitalismo que surgió en Europa en el Siglo XVI con el descubrimiento del Océano Atlántico por los españoles y portugueses, sumado al dominio colonial y especialmente con el impulso de la Revolución Industrial, empieza la llamada Modernidad. Una verdadera revolución aparece con el surgimiento de las urbes y una nueva cultura, el homo urbanus que cambia todos los hábitos de vida del homo agrícola que había surgido en el Neolítico, hace 10.000 años. Hoy la mayor parte de la población mundial vive en ciudades de más de un millón de habitantes, donde la convivencia con la Naturaleza es un concepto casi desconocido para la mayor parte de los citadinos, donde muchos dependen de píldoras para dormir y despertar, de antidepresivos, relajantes, estimulantes y potenciadores sexuales.

Continuemos con otras prácticas del Estoicismo, además de vivir conforme a las leyes naturales, necesarias para la Vida Buena. Entre estas prácticas, la principal es la ética de la virtud, el mejoramiento continuo como persona en su vida interior, el cultivo de la sabiduría, el valor, la templanza y el mirar las cosas en perspectiva, práctica ésta última que desarrolla de manera magistral Massimo Pigluicci, un Doctor en Genética, en Biología y en Filosofía de la Ciencia, las que hemos llamado justamente las Ciencias de la Vida, una de las figuras mundiales más representativas del estoicismo moderno.

Pigluicci resume su experiencia con el estoicismo como una experiencia de vida, afirmando que: “El Estoicismo ha cambiado mi vida a mejor, ahora soy menos irritable, presto más atención, soy más ecuánime...”, una filosofía de acción que ayuda a avanzar hacia una vida buena, vivir la vida como una bella obra de arte.

Mirar en perspectiva para Pigluicci, y en general para los estoicos, significa elevarse o alejarse del problema que momentáneamente nos agobia, tomar cierta distancia que permita, más que ver, contemplar todo el entorno circunstancial donde acontece el hecho perturbador de nuestro ánimo. Cada vez que un problema nos agobia es necesario tomar distancia emocional, desapegarse de las reacciones inmediatas para observar los hechos como son en su real dimensión. Hay que alejarse un poco para ver en perspectiva y salir de esa nube que no nos deja ver otra cosa que el problema. Mirar en perspectiva y tener presente otro principio fundamental del estoicismo, que enseña que el miedo a la muerte, las catástrofes naturales, la enfermedad, las dificultades propias de la vida y de la convivencia en sociedad, las carencias materiales, afectan nuestro ánimo de la forma como nuestro mundo emocional las percibe. El daño emocional que nos provocan los problemas no está en el hecho o acontecimiento mismo, sino en la forma como lo valoramos.

Finalmente, algunas recomendaciones adicionales de Pigluicci, ejercicios prácticos para el mejoramiento continuo en el camino hacia la Vida Buena: 1. Hacer un inventario de las cosas que no necesitas y las que verdaderamente son esenciales. 2. Recordar siempre que morirás, lo cual lleva a valorar mucho más y mejor nuestro restante tiempo de vida y 3. Llevar un diario donde se anote lo que se hecho mal, lo que se hecho bien y las acciones adelantadas para corregir nuestras falencias. A esto agregaría el trabajar por el desapego progresivo de cosas que no dependen de nosotros, tales como el éxito, el reconocimiento social, la merma de la fortaleza física y del vigor de la juventud y finalmente, el desapego sublime: el aceptar la finitud de la vida y la inevitable llegada de la muerte.    

Resumen. El cambio climático que amenaza los ecosistemas planetarios está generando el renacimiento del Estoicismo, como sistema de vida que nos llama a concentrarnos en lo que realmente vale la pena, en la búsqueda de la vida buena, volver a vivir conforme a las leyes de la naturaleza. Amaga, 15 de setiembre de 2024

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